Por Augusto Traversa (@augustotraversa)
Hay una expresión italiana que dice así: “Dolce far niente” (el placer de no hacer nada) y me pregunto ¿Qué mejor lugar para realizar esto que Sierra Minca en Colombia? Pasar el día desde la cima de la sierra admirando el paisaje infinito. A lo lejos, bien pequeña se ve la ciudad de Santa Marta, desde donde Ricardo nos trajo hasta la base de la sierra.
Ahora bien, después de andar unos 40 minutos en la van (porque éramos 6 amigos viajando), llegamos hasta la ciudad de Minca. Acá ya Ricardo nos dejaba porque no podía subir la sierra. Imaginate que es un camino cuesta arriba y hay tres maneras de hacerlo: la primer opción es caminando, es un camino totalmente en subida, hace mucho calor y tenés tu mochila con toda la ropa en tu espalda (las maletas las habíamos dejado en nuestro hostal de Santa Marta), si te gusta sufrir, es tu opción.
La segunda es en moto (unas amigas que conocimos en Colombia lo hicieron y se divirtieron mucho), pero debido a experiencias que tuvimos con los colombianos y su forma de manejar decidimos no usar este medio. La tercer opción es en camioneta (la cual elegimos), es un poco más caro que las motos pero definitivamente nos sentimos más seguros. Nos subimos a en el 4×4 y después de otra media hora que parecía una montaña rusa súper lenta, llegamos a la cima. Por cierto, en la mitad tuvimos que frenar porque la camioneta se había recalentado, y el conductor tuvo que abrir la boca donde cargar nafta para liberar los gases acumulados.
¡Llegamos a Sierra Minca! Este hostel muy pintoresco en la cima de la sierra con su pileta infinita (piscina), hamacas de redes (verán en las fotos y videos de lo que hablo), un bar estilo tropical y su música relajante de fondo. El lugar perfecto para el “Dolce far niente” admirando la tupida vegetación que cubre todo el paisaje.
Nuestra habitación era de 10 personas por lo tanto nos tocó compartir con otros turistas de distintas partes del mundo, pero no te preocupes, son muy espaciosas. Eso sí, no hay wifi y todos los huéspedes comemos a la misma hora ya que tenes que pedir con antelación tu cena. Nuestra rutina era la siguiente: desayunar, tomar sol, relajarse, chapuzón en la pileta, tomar sol de nuevo, pedir tragos, descansar en las hamacas y ver el atardecer que es espectacular. Y, si sos medio inquieto, el hostel ofrece una tirolesa (obviamente hay que pagar). Y bueno, a la noche no podían faltar las charlas profundas observando las estrellas con tus mejores amigos de toda la vida, alguna fogata y, si tenés suerte, algún huésped que haya llevado la guitarra.
El lugar perfecto para el “Dolce far niente”
Nosotros nos quedamos dos noches, el segundo día bajamos caminando a ver unas cascadas no muy lejos del hostel, Marinka. Podés meterte bajo ellas, así que nos mojamos un poco y almorzamos ahí. Después de esto volvimos al hostel para pasar la tardecita allá, no nos queríamos perder nuestro segundo y último atardecer. Algunas recomendaciones para tener en cuenta: