Segundo día en Egipto: Edfú

4 años ago
Yaiza García García
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Primera parada Templo Edfú

Después de la relajada tarde del día anterior, estábamos más que descansados, y menos mal porque después de todo el trayecto de aeropuertos y templos sin prácticamente dormir, necesitábamos recargar pilas. Nos levantamos a una decente y después de disfrutar a lo grande del desayuno buffet, que estaba buenísimo, por cierto, había mucha variedad, tocaba cambiar de transporte. Edfú nos espera.

El Templo de Edfú, nuestra primera parada del día, no se encontraba a las orillas del río Nilo, por lo que era necesario coger llegar hasta allí en algún vehículo. Aunque en el itinerario del viaje ponía que el traslado era en calesa, un carruaje de caballos, yo me negué en rotundo. En mi opinión es importante abogar por el turismo responsable y, aunque es verdad que muchas familias viven de eso, los caballos estaban famélicos, en un estado deplorable, por lo que se lo comenté al guía.

¿Cómo vamos a Edfú?

El Templo Edfú

Este obviamente intentó convencerme, pero al final me dijo que respetaba mi punto de vista, por lo que me consiguió una alternativa, el famoso tu tuk-tuk. Iba tan rápido que más de una vez pensé que volcábamos, e incluso dejó de funcionar en mitad de una “carretera” y lo digo entre comillas, porque no había ningún tipo de asfalto, pero al final, ida y vuelta al templo sin problemas.

Templo de Edfú, dedicado al dios Horus (el halcón), es el segundo templo más grande de todo Egipto, después del de Karnak y está muy bien conservado y esto se debe a que quedó sepultado bajo arena. Se llegaron incluso a construir casas encima, pero en 1860 fue excavado.

Una de las cosas que más me llamó la atención de este templo fueron sus columnas. A diferencia del resto, que suelen estar llenas de jeroflíficos representativos, estas estaban picadas. ¿El motivo? Pues que el emperador romano Teodosio II, cuando llegó a Egipto decidió cerrar todos los templos paganos, porque suponían un insulto a sus creencias.

Seguimos la ruta por Edfú

Tras volver al barco para comer, tuvimos unas cuantas horas de navegación para descansar, rumbo a un templo de lo más curioso, el de Komb Ombo, el templo dedicado a dos dioses, Horus y Sobek (el dios cocodrilo).

Pero antes, necesito contaros un fenómeno increíble que pasa en las motonaves egipcias: las sorpresitas con las toallas. Los chicos de la limpieza son unos artistas y es que cada día nos sorprendían con figuras de animales imposibles hechas con las toallas del baño. La verdad es que llegábamos con una emoción a la habitación increíble, solo por ver qué animal nos habrían hecho ese día. Bueno, fin del inciso.

Vimos un atardecer que dejaba sin habla, incluso hasta a alguien que habla tanto como yo. El sol se ponía sobre el Templo de Komb Ombo y las luces iluminaban sus rincones más emblemáticos. Este lugar está dividido en dos mini templos prácticamente iguales para evitar disputas: la mitad norte en honor a Horus y la sur a Sobek, creador del río Nilo.

El Templo de Kom Ombo

El Museo del Cocodrilo

Chilabas (vestimenta típica egipcia)

También cuenta con una zona llamada “el museo del cocodrilo” donde puedes ver cocodrilos momificados, desde algunos de gran tamaño, hasta restos de los huevos, en representación del dios Sobek.

De camino a la motonave, decidimos comprar unas chilabas (vestimenta típica egipcia) en uno de los puestos ambulantes donde, literalmente, te persiguen y agobian hasta que te entren ganas de tirarte al río. ¿Consejo? Ten paciencia, mucha.

¿Qué más toca en este viaje?

Pero esto de irnos de shopping tenía un motivo y es que esta noche tocaba fiesta en el barco. Sí, fiesta. Todos nos vestimos con las chilabas y nos fuimos a la zona del bar donde había una pista de baile y entre canciones egipcias y algunas de reggaetón del año de la pera, lo pasamos genial.

Eso sí, sobre las 23:00 decidí irme a “dormir” y lo pongo entre comillas porque nos teníamos que levantar a la 01:30 de la mañana, más bien fue una mini siesta. Al día siguiente teníamos uno de los días más demoledores, pero más impresionantes de todo el viaje. Poníamos rumbo a Aswán.

Autor: Yaiza García García

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