Mostar, la joya escondida en los balcanes

4 años ago
Celia Navas
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Primera parte

Mostar es probablemente el lugar más colorido en el que he estado jamás. Pasé dos días en esta cuidad bosnia, la más importante de la región de Herzegovina, y, en ningún momento, dejé de maravillarme con los colores de esta ciudad. Es probable que nunca haya visto un agua de un cristalino semejante, que contrastase de forma que maravillosa con la vegetación y la arquitectura de piedra de los edificios del casco histórico de Mostar.

Se encuentra relativamente cerca de la costa y, por ello, su clima es más mediterráneo. Además, por su proximidad a Dubrovnik, es mucho más turística de lo que podríamos imaginar. En una ciudad tan pequeña, es impresionante ver la cantidad de turistas que recorren sus calles y se enamoran del paisaje.

Mostar es una ciudad marcada por la Guerra de los Balcanes, tanto o incluso más que Sarajevo, pues se ubica entre Serbia y Croacia, los países que poseían los ejércitos más fuertes del momento. Aquí convivían croatas católicos, serbios ortodoxos y musulmanes en los años previos al conflicto y, ahora, más de veinte años después, se aprecia la división entre estas comunidades: cada una de ellas vive en una parte de la cuidad. Es más, en el tour que hicimos y del que hablaré más adelante, nuestra guía nos señaló, desde Hum, la montaña desde la que se contempla todo Mostar, dónde esta se divide entre la parte bosnia y la parte croata.

El emblema de la ciudad: Stari Most

Stari Most, el Puente Viejo, no es tan viejo. De hecho, el puente que une actualmente las dos partes de Mostar, la oriental y la occidental, separadas por el río Neretva, se inauguró en 2004. Si se llama así es porque, en ese lugar, antes de la guerra, había permanecido durante casi 500 años el Stari Most original, construido en la época otomana de Bosnia y Herzegovina. El puente fue destruido en 1993 por orden del comandante croata Slobodan Praljak, que se hizo conocido en 2017 por suicidarse durante su juicio ante las Naciones Unidas en el que era juzgado por los crímenes cometidos en esta guerra.

La Unesco y organizaciones de rescate del Patrimonio de la Humanidad colaboraron para la reconstrucción, con materiales originales y de acuerdo a los antiguos métodos y tradiciones, de este puente emblemático y sus edificios aledaños. Se ha convertido en un símbolo del conflicto y es el punto neurálgico de la ciudad.

La vida en este lugar fluye entorno a este río. Es aquí precisamente donde encontramos una de las mayores peculiaridades de la cuidad: los saltadores del Stari Most, que son, como su nombre indica, personas locales que saltan al río desde lo alto del puente. Es un gran atractivo turístico, ya que el puente se encuentra a 30 metros de altura, y el salto correcto requiere gran habilidad. Esto se puede contemplar desde dos lugares, el mismo puente o la zona de reposo que se ubica debajo del mismo. Como alguien que vio varios de estos saltos, puedo decir que merece la pena ver este particular espectáculo.

El centro histórico

El puente está emplazado en el centro histórico, y, aunque posiblemente sea lo más destacable, no es el único atractivo del centro histórico, de mayoría musulmana, y caracterizado por sus calles empedradas, sus bazares, sus tiendas de artesanía y sus restaurantes y bares de comida típica.

Los turistas pueden adquirir aquí los souvenirs que deseen y ni siquiera deben cambiar la moneda, ya que, aunque oficialmente la moneda de Bosnia es el marco, todos los negocios aceptan euros, algo que me pareció muy curioso y achaqué al influjo de visitantes, pues no vi algo similar ni en Sarajevo, la capital del país.

Destaca la callejuela de Kujundžiluk, donde podemos hallar esculturas de bronce, alfombras turcas y una gran variedad de antigüedades, y en la que se encuentra la mezquita de Koski Mehmed Pacha, que se asoma al río y cuenta con maravillosas vistas del puente. Además, de esta, Mostar cuenta con otra gran mezquita, Karadoz-Bey.

La parte occidental

Pasé mucho menos tiempo en la parte occidental de la ciudad, pues nos llamaba menos la atención y nos recordaba más a cualquier ciudad europea a la que estamos acostumbradas. Además, íbamos con el tiempo justo y esta parte estaba más alejada de nuestro apartamento. De aquí señalaría dos lugares que visitar, si os interesa explorar: la gran torre de la iglesia franciscana de San Pedro y San Pablo y la Plaza de España.

En la parte occidental gobiernan los croatas católicos y su edificio religioso más reseñable es la iglesia franciscana de San Pedro y San Pablo. Esta iglesia sobrevivió a la guerra, aunque no su torre, que fue destruida y posteriormente levantada con mucha más altura. La torre actual mide 107 metros y su reconstrucción terminó en el año 2000. Ingresar a la torre es barato, unos 3 euros, y merece la pena pues tiene una de las mejores vistas de la ciudad. A la cima se puede acceder en ascensor o subiendo los 150 escalones que componen la estructura. Si estas relativamente en forma, merece la pena.

Por su parte, la Plaza de España fue rebautizada en 1995 en honor a la misión militar española desarrollada durante la Guerra de Bosnia. En su centro se encuentra un monolito en memoria de los 21 militares fallecidos en el conflicto. En esa plaza el ejército español instaló tiendas de campaña donde los habitantes de ambos bandos podían reunirse, con la protección de los soldados. Esto era algo que yo desconocía por completo y me pareció muy curioso que existiese este pedacito de historia de España allí, en Mostar, Bosnia.

Autor: Celia Navas

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