Hay dos tipos de viajes: los que haces con tu familia, y los que haces por tu cuenta. La primera clase de viaje es la mejor, desde el punto de vista de la comodidad. Comida y cama pagadas, solo me tengo que preocupar de todo lo que he comido, de que todo lo que he comprado no me va a caber en la maleta, o de la cantidad de fotos que me he podido hacer. Es la clase de viaje que llamo “todo incluido”. Dependo de una persona muchísimo más responsable que yo, que tiene todo organizado y planeado al milímetro. La segunda clase de viaje es el que organizas con tus amigos cuando eres joven y quieres explorar nuevos lugares. Lo llamo viaje en “modo rata”. Ahí, la cosa cambia radicalmente porque eres autosuficiente, te tienes que pagar absolutamente todo y dependes de ti aunque no seas del todo consciente. Como pasó en nuestro viaje a Granada.
La primera vez que organicé un viaje con mi mejor amiga, Andrea, me planteé la idea de que puede que dicho viaje sea una prueba de demostrarme a mi misma que no soy una niña y que puedo organizarme, ser responsable y cumplir algo parecido a un itinerario para visitar la ciudad a la que vamos, pero, claramente, me engañé a mí misma.
El destino que elegí fue Granada, una ciudad caracterizada por la mezcla se culturas que ha sufrido a lo largo de los siglos, por ser una cuidad de un tamaño asequible para recorrértela de punta a punta y, sobre todo, por las tapas.
Andrea y yo somos cada una de una punta del país, por lo que, desde el principio, ponernos de acuerdo para llegar a una hora y un lugar similares fue el primero de los numerosos problemas de nuestro primer viaje como mujeres adultas y responsables. Consulté a mis padres para elegir hotel, billete y preguntar sobre algunos sitios a los que fueron a mi edad. Creo que sin su ayuda no hubiera conseguido nada. Usé algunas webs de buscadores de hoteles y billetes de tren como Booking y Truecalia. Hasta ahí todo perfecto. Cogimos unos billetes que llegaban con un par de horas de diferencia entre ella y yo y nos salían muy baratos, requisito esencial durante todo el viaje.
Cuanto más barato mejor, no pienses nada más.La aventura comienza cuando ambas salimos de nuestro destino totalmente distinto. Ella en avión y yo en tren. Por casualidades de la vida, ese día mi cerebro decidió no oír bien el despertador y gracias a la “mala” costumbre de mi padre de levantarse pronto y su gran habilidad en la conducción llegué a dos minutos de que se cerraran las puertas del AVE. Se puede decir que disfruté el viaje desde el principio.
Nada más llegar, decidí ahorrarme unos cuantos euros y fui andando de la estación al hotel, siempre teniendo la frase “cuanto menos gastes mejor” en mente. Al ver a mi amiga me quite un gran peso de encima y me reí de lo que había vivido durante esa mañana. Una vez juntas, tocaba ver el hotel. Siempre son preciosos y con las mejores vistas de la cuidad hasta que, a ti y solo a ti, te toca la habitación más fea y cutre de todo el hotel. Al subir y dejar la maleta, pude comprobar que, dentro de lo poco agraciado que era el hotel, la habitación no estaba mal. Me intenté consolar pensado que el uso que le iba dar era mínimo y funcionó.
Patearte una ciudad sin la sabiduría de tus padres es un reto que, cuando lo cumplí, me sentí muy orgullosa de mi misma. No cuento que tuve que usar varias veces Google Maps pero, a día de hoy ¿quién no lo usa? Al final, terminé conociendo las calles de Granada y las desubicaciones fueron cesando con los días. Tampoco me importaba mucho si me perdía, estaba en buena compañía y estaba de vacaciones, los problemas no existían. Al cabo de numerosas desubicaciones, nos acabamos conociendo la cuidad y sabíamos dónde estaba absolutamente todo.
Si visitas Granada, es obligatorio visitar la Alhambra. No puedes estar en esaciudad y no visitar una de las mayores obras arquitectónicas de tu país, cargada de historia y cultura. Lo normal, es reservar las entradas debido a la cantidad de personas que asisten diariamente. Yo, como buena turista novata, las reservé un domingo a media mañana para que no tuviéramos que sufrir (tanto) la resaca de la noche anterior y poder disfrutar al máximo. Para colmo, y con mucho alcohol en sangre, estaba convencida de que las entradas las había cogido para el lunes por la mañana, así que, el domingo lo dediqué a dormir y recuperar las ganas de vivir.
Cuando fui a sacar las entradas el domingo por la tarde en una caja de un banco de Granada, me daba error, lo que me llevó a acudir a la sabiduría de mi madre que, en la mayoría de ocasiones, me conoce mejor que yo misma. El primer y único argumento que supuso fue: “¿no será que las sacaste para otro día y ya se te han pasado?”. Le negué hasta la saciedad que era imposible lo que me acababa de plantear, que era una chica responsable y sabía perfectamente para qué día las tenía reservadas. Tan responsable me consideraba que nos tocó irnos a Andrea y a mí a las 6 de la mañana a la cola de la Alhambra para coger entradas, ya que reservan una cierta cantidad para aquellas personas que no las han reservado previamente. Después de esperar un par de horas, pudimos disfrutar de la Alhambra y aprovechar el resto del día.
El viaje a Granada fue como ir a la jungla, fue una aventura, un reto. A parte de disfrutar, me sirvió como lección. Me di cuenta de lo pequeña que soy realmente y de que la edad es un número que pone en tu DNI, no tiene nada que ver con tus capacidades. He aprendido a base de errores y así es de la manera que mejor se aprende.
Sigo sin saber qué tipo de viaje me gusta más, si el “todo incluido” o el “modo rata”. Creo que los dos en una cantidad equilibrada son igual de buenos.
Adriana Serrano colaboradora del medio Feten
[…] les dejamos este pequeño video resumen de nuestra experiencia en Granada. Ya en la entrada de Adriana Serrano. En este video podrán ver el recorrido que nosotros decidimos hacer y, pronto, haremos un […]
[…] les dejamos este pequeño video resumen de nuestra experiencia en Granada. Ya en la entrada de Adriana Serrano. En este video podrán ver el recorrido que nosotros decidimos hacer y, pronto, haremos un […]