Días 4 y 5. Venecia, Verona y Sirmione. A presto Italia.

5 años ago
Yaiza García García
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Venecia

 Dejábamos los Alpes atrás y a su paisaje montañoso lleno de nieve para dar paso a los cientos de canales y puentes una de las ciudades más famosas del mundo, Venecia. Decidimos aparcar el coche en uno de los parkings de Venecia porque queríamos evitar el trajín de usar transporte público para llegar. No son baratos, pero por unos 24€ por 24 horas, decidimos que merecía la pena, ya que íbamos a pasar el día entero allí.

Caminamos. Mucho. Cruzamos puentes. Muchos. Vimos góndolas. Muchas. El cansancio se apoderaba de nosotros después de varios días de viaje, pero el sol y el cielo azul completamente despejado, nos cargaba las pilas al máximo. Pasamos por la iglesia de San Paolo, el famoso Ponte di Rialto, el puente más famoso y transitado de toda Venecia, el río Grande con sus aguas turbias y verdosas, hasta llegar al lugar más emblemático, la Plaza de San Marcos con la Torre dell’Orologio de estilo renacentista y su imponente Basílica con una fachada que corta la respiración.

Después nos dirigimos a Riva degli Schiavoni, con vistas a la iglesia de San Giorgio Maggiore. Allí podíamos ver decenas de góndolas atadas esperando a ser ocupadas para navegar los canales de la ciudad. Las gaviotas eran las otras protagonistas, pero estas mucho más molestas. Una de ellas incluso le robó la piadina que tenía como almuerzo a mi compañero de viaje. Hay que estar atentos porque son muy traicioneras.

El sol se ocultaba y queríamos conseguir la postal más bonita de todo Venecia, así que fuimos al Ponte dell’Accademia, desde donde el cielo se tenía de tonos cálidos para despedir el día.

Condujimos varias horas hasta nuestro próximo y último destino planeado,Verona. Llegamos por la noche a StraVagante Hostel, el cual recomendamos muchísimo, tanto por su calidad-precio, como por su ubicación, a 5 minutos en coche del centro. Pedimos algo de comida a domicilio y apagamos las luces. Era hora de descansar.

Verona

Amanecía en Verona. Era nuestro último día en tierras italianas, así que decidimos que lo íbamos a aprovechar hasta el último momento. Condujimos hasta el centro de la ciudad, dejamos el coche en uno de los parkings y comenzamos nuestra ruta por una de las ciudades más románticas del mundo.

La primera parada fue uno de los anfiteatros romanos mejor conservados del mundo, Arena di Verona. Se construyó en el año 30 d.C. y hoy en día se utiliza para albergar numerosos festivales y conciertos. Rodeamos la estructura y pusimos rumbo a la famosa Casa di Giulietta. Se trata de una casa museo donde se supone que el famoso personaje de la obra de William Shakespeare, Julieta, residió durante su corta vida. Es el principal atractivo de la ciudad, con un pequeño patio donde se encuentra la estatua de la protagonista y desde donde se puede ver el balcón por el que suspiraba por su amado Romeo. Esta zona es gratuita y solo tendrás que pagar si quisieses entrar a la casa. Nosotros no lo creímos conveniente.

Tras recorrer las calles de la ciudad, decidimos que desde las alturas las vistas serían incluso mejores, así que cogimos el funicular por muy poco dinero, unos euros y subimos a Castel San Pietro, con una panorámica que quitaba el aliento. Después de esto, volvimos a por el coche.

 La aventura se acababa, pero todavía nos quedaban unas horas hasta que saliese nuestro vuelo y, además, todavía teníamos que almorzar. Así que decidimos parar en un lugar del sur de Lago di Garda muy pintoresco, Sirmione. Este pequeño pueblo se encuentra en una especie de península donde, para entrar, es necesario atravesar la fortaleza del castillo, llamado Rocca Scaligera. Recorriendo sus callejones de adoquines, encontramos numerosos restaurantes italianos y puestos de helados, hasta llegar a un lugar donde desaparece el estrés, Aquaria Thermal Spa, aguas termales naturales con el lago de fondo. Una postal increíble. Tras pasear un rato por el lugar y ver la espectacular puesta de sol, era hora de partir hacia el aeropuerto de Milán Bérgamo, para poner rumbo Madrid.

 

 

 

 

Autor: Yaiza García García

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