Para aprovechar nuestro tercer día por el norte, decidimos ir a Potes, una villa de montaña que no nos dejó indiferente y que disfrutamos mucho de lo que ofrecía de sí misma, de su entorno y por supuesto de su gastronomía.
Pasear por sus calles empedradas y admirar sus casonas populares hicieron que sin duda, mereciese mucho la pena. Nada más llegar buscamos un sitio donde aparcar y encontramos una pequeña explanada de fácil acceso. Y sin esperas, ya que al ser tan pequeñita la villa el trasiego de coches era bastante elevado.
Una vez nos pusimos a andar, nos dirigimos primero a reservar en el que se convirtió sin duda, en el mejor restaurante de toda Cantabria al que tuvimos la suerte de poder disfrutar de su comida, el Asador Llorente. Más adelante os comentaré bien qué platos elegimos.
Una vez terminada nuestra reserva nos dirigimos al punto de información del pueblo que estaba justo al lado de la zona de aparcamientos. Y allí nos comentaron todos los rincones y sitios para ver.
Nosotros empezamos la visita en la Torre del Infantado que es una de las construcciones más importantes del valle de Liébana situada en el centro histórico de la villa de Potes y que tras una larga restauración es sede de numerosas exposiciones, entre las que destaca la dedicada a Beato de Liébana. La entrada cuesta 3€ y a parte de poder disfrutar de las diferentes exposiciones que hay en cada planta, si subís a la azotea podréis disfrutar de las maravillosas vistas de todo Potes e incluso de los Pirineos que se pueden ver a lo lejos.
Después de visitar la Torre del Infantado hicimos parada obligatoria para hacer la foto de rigor el letrero rojo de Potes que estaba situado en el centro de la villa. Acto seguido nos dispusimos a callejear por el casco más antiguo donde podías encontrar la calle principal llena de bares, casonas, restaurantes y balcones con cierto encanto típicos de la zona cántabra. También bajamos hacia el río y disfrutamos del paseo estrecho que hay por donde puedes recorrerte Potes desde abajo y a la vez disfrutar del frescor del agua.
Llegó la hora de la comida y nos fuimos como os dije anteriormente al restaurante donde hicimos la reserva, el Asador Llorente. Sin duda uno de los mejores restaurantes al que fuimos ya que la calidad de la comida y el trato fue exquisito. Eso sí, si tenéis la oportunidad de ir algún día id preparando el bolsillo ya que los precios son un poco elevados pero realmente merece la pena y como dicen… una vez al año nunca hace daño.
Los platos que pedimos y que os los recomiendo fueron; cocochas rebozadas, cocido montañés, ensalada de pimientos rojos confitados con queso de cabra, entrecot con patatas. Y por supuesto, la tarta de queso y la tarta de la abuela, las dos caseras (estaban espectaculares).
Después de comer como ya terminamos de ver todo Potes, ya que se ve realmente rápido, nos dirigimos de vuelta a Suances y decidimos esperar hasta el atardecer para poder verlo desde la playa de los locos. He de decir que fue el atardecer más espectacular que he visto en mucho tiempo, no sé si se trataría del buen tiempo que nos hizo, del lugar, de la tranquilidad de la zona…pero lo disfrutamos muchísimo. Os lo recomiendo 100% ya que por la altura que tiene esa playa es el mejor sitio para verlo.